La historia francesa ha estado enmarcada por diversas formas de gobiernos, dentro de las cuales se vio muy marcada la “Monarquía constitucional”. Durante el Antiguo Régimen Francia fue gobernada desde la Edad Media por una monarquía de tipo feudal, y a partir del siglo XVII hasta la revolución francesa de 1789 por una monarquía absoluta encarnada principalmente por la casa de Borbón. Con la Constitución de 1791 la Revolución instauró la primera monarquía constitucional francesa (1790-1792), cuyo monarca era Luis XVI, aunque ésta existiera de facto desde 1790.
La monarquía constitucional fue el tipo de régimen que más tiempo gobernó Francia durante casi los dos primeros tercios del siglo XIX, excepto por el intervalo de la Segunda República. La Constitución del Año XII, en 1804, instauró el Primer Imperio Francés(1804-1814), una monarquía constitucional liderada por el emperador Napoléon I, con tintes autocráticos. De 1814 a 1830, la Restauración Borbónica fue una monarquía regulada por una Carta ortogada, que se asemejaba a un esbozo de constitución. Le sucedió la monarquía constitucional de la casa de Orleans, con Luis Felipe I (1830-1848), instaurada por la Carta de 1830 que modificaba la Carta anterior introduciendo elementos liberales en consonancia con la evolución política del país. La Constitución francesa de 1852 restableció la monarquía dando el trono al emperador Napoleón III(1852-1870), hasta que la derrota francesa en la guerra franco-prusiana y el empuje creciente del republicanismo condujeran a la proclamación de la Tercera República el 4 de septiembre de 1870.