El planeta posee lugares mágicos, lugares diseñados por millones de pinceladas, pincel utilizado por un largo proceso llamado creación y evolución, como es el caso de Pamukkale.
Pamukkale, un mágico paisaje paradisíaco.
Castillo de algodón. Un lugar que deslumbra al visitante por su belleza y contrastes entre lo natural y la vida cotidiana. Al sudoeste de Turquía, concretamente en el valle del río Menderes, en la provincia de Denizli, donde se disfruta de un clima templado la mayor parte del año, se encuentra Pamukkale, una zona natural, que es al mismo tiempo una famosa atracción turística. La antigua ciudad de Hierápolis se construyó en lo alto del ‘castillo’ blanco, que en total tiene 2700 m de longitud y 160 m de altura. Puede ser divisado a gran distancia, por ejemplo, si vamos conduciendo por las colinas del lado opuesto del valle hacia la ciudad de Denizli, que está a 20 km, o viajando desde la costa de Antalya y el mar Egeo.
Los movimientos tectónicos que tuvieron lugar en la depresión de la falla de la cuenca del río Menderes no sólo causaron frecuentes terremotos sino que también ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales. Fueron esas aguas, con su alto contenido en minerales las que crearon Pamukkale.