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Comer carroña fue fundamental para la supervivencia de nuestros antepasados

Diorama de los primeros humanos Exhibición en la Sala Anne y Bernard Spitzer de los Orígenes Humanos, Museo Americano de Historia Natural. Créditos: Vince Smith, en Flickr

Un nuevo estudio liderado por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y en el que participa el IPHES-CERCA, redefine la importancia del consumo de carroña para la supervivencia de nuestros antepasados.

El estudio que fue publicado en la revista de fomento científico “Journal of Human Evolution”, muestra cómo el consumo de carne de animales muertos no solo fue una estrategia complementaria a la caza y la recolección, sino que desempeñó un papel crucial a lo largo de nuestra historia.

¿Por qué el carroñeo fue fundamental para nuestros antepasados?

A diferencia de la visión tradicional que consideraba el carroñeo una etapa primitiva superada por la caza, el estudio revela que, en realidad, el carroñeo ofrecía enormes ventajas para los primeros humanos. Era una forma eficiente de obtener alimento con mucho menos esfuerzo que la caza, y resultaba esencial durante períodos de escasez.

Los investigadores argumentan que los humanos evolucionaron anatómica y fisiológicamente para ser “carroñeros eficaces”. Desde un “pH ácido en el estómago” que protegía contra patógenos, hasta el uso del “fuego para cocinar” y la “capacidad de recorrer largas distancias” en busca de cadáveres, los humanos desarrollaron una serie de adaptaciones que hacían del carroñeo una fuente confiable de nutrición.

Un comportamiento eficiente y adaptativo

Además, el uso de herramientas de piedra y el lenguaje, facilitaron la organización colectiva para encontrar cadáveres, lo que hacía del carroñeo una práctica sumamente eficiente. No era un comportamiento marginal, sino una estrategia clave que, lejos de ser superada por la caza, se mantuvo como un complemento esencial en la dieta humana.

Hoy, la investigación demuestra que “todas las especies carnívoras” consumen carroña en cierta medida, y muchos grupos modernos de cazadores-recolectores siguen practicando el carroñeo. Este hallazgo subraya que el consumo de carroña fue mucho más que una fase temprana de la humanidad; fue una estrategia recurrente que desempeñó un papel fundamental en nuestra evolución.

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